Narcotráfico en México: ¿No vale nada la vida?
- Matias Avramow
- 24 jul 2021
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 26 ago 2021
Los nombres fueron cambiados por protección a las fuentes.
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"¿No te platiqué cuando tuvimos un enfrentamiento en la otra comunidad? Yo traía mi libreta aquí, en el bolsillo de la camisa. Luego traía el chaleco, y en el bolsillo del chaleco tenía mi celular. El pinche balazo aquí (señala el corazón). Traía dos cargadores (municiones). Un cargador lo perforó, como que lo volteó, y pegó en la libreta y en el teléfono. Pero aquí mero me hubieran dado el putazo. El chaleco no era antibalas. Era de trapo, de los que nos dan en la empresa de Teléfonos de México. No me tocaba pues. Por eso digo que cuando le toca a uno, le toca”, Alonso Castillo.
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I. Jefes de tenencia
Alonso es jubilado de la empresa más grande del país, Teléfonos de México; tiene 67 años. Nació en Tanaquillo, Michoacán. Se trata de un pueblito ubicado en el municipio de Chilchota, uno de los que componen la región llamada “La Cañada de los 11 Pueblos”. Entre las diferentes atracciones de esta zona purépecha, podemos encontrar la tierra ideal para crecer fresa y moras; tiene la producción más importante del país. También es muy conocida como una de las capitales del narcotráfico. Hace unos años que Alonso se jubiló y regresó al pueblo.

Tanaquillo es uno de los 11 pueblos de la Cañada. Es una región purépecha y uno de los pueblos más importantes de la zona. Los purépechas son principalmente conocidos por su idioma (que no tiene similitud con ninguna de las otras 67 lenguas indígenas de México) y por ser el único pueblo que trabajó la metalurgia antes de la invasión española
Junto con Adrián, fueron elegidos por la comunidad para ser jefes de tenencia (los encargados del pueblo). Era un trabajo difícil, porque además de ocuparse de gestionar los recursos federales, tenían que encargarse del crimen organizado que merodeaba la región.
Adrián era altivo, temerario y peleonero. Era un hombre más de acción que de estrategia. Era... porque lo mataron. Fue hace un año que lo levantaron, lo llevaron por Zamora y no se supo más de él. La familia no dijo nada, ni siquiera se hizo fiesta o gran velatorio. La esposa, la primera, no quería saber de él, y sus hijos tampoco. Hay que entender que el mundo no se compone de buenos y malos; sería un error hacer ese juicio. Por eso Adrián era un cabrón, y así se le recuerda. Cuando llamaban para extorsionar o amenazar y él contestaba, el aire se tornaba pesado y costaba respirar. “Si quieres pelear ven a Tanaquillo, mi nombre es Adrián, tengo una camioneta pick-up roja”, les informaba de su dirección y su número de placa. Poco le importaba, y con la mirada daba el primer disparo.

Fotografía de Enrique Castro Sánchez. Michoacán, 2014. Durante el levantamiento de las autodefensas
Por otro lado, Alonso. Sensato, estratégico, pero igual, cabrón. Siempre sale a la calle con su revólver M4. Parece haber sido la cabeza durante esos dos años en el cargo.
Hace 3 años que el crimen organizado se puso peor. En un principio, los pobladores se organizaron en pelotones: eran de 90 a 100 personas, 6 vehículos y por lo menos un fusil por combatiente. “Aquí llegamos a tener como unos 10 Cuernos de Chivo (AK47) y R15, y retrocargas a lo cabrón, todo mundo traía retrocarga. La retrocarga es muy efectiva a unos 40 metros”.

Fotografía de Enrique Castro Sánchez. Michoacán, 2014. Patrullas de autodefensas en "Tierra Caliente"
La comunidad de Tanaquillo era unida, al principio. “Éramos 80-90, el primer mes. Después bajó a la mitad, y ya después como a 15. Y así nos mantuvimos, con 15 diarios”. Se dormían a las tres de la mañana, y volvían a despertar a las seis. Así fue durante dos años.
En realidad, los narcos no solo se dedican a las drogas; la fresa, el aguacate y el derecho de piso son otras de sus actividades cotidianas. Son empresarios, les gusta diversificarse. Además, no solo los narcos son peligrosos. Hay caciques agrarios, políticos y hasta rateros.
Para caciques agrarios, está Raúl Naval, el oligarca (como le dicen en Tanaquillo). Ahora está en juicio con la comunidad. Hace unos años, se acercó a una mujer del pueblo para rentarle una parcela de tierra… aparentemente. Un par de años después y sin fundamento aparente, comenzó a exigir esa tierra como suya. Al parecer, es propietario de grandes extensiones de tierra a lo largo de la cañada, dueño de varias empacadoras de fresa, y director de una asociación empresarial, también en la región.
Sobraron las técnicas de este tipo para quedarse las tierras. Por la vía judicial: demandas, amparos y cooptación de jueces agrarios. Por la vía política: intimidaciones, amenazas y descrédito de los ejidatarios. Por la vía militar: tiros, muchos tiros.
Tiene cinco demandas en su contra, y una de ellas por intento de homicidio a un poblador de Tanaquillo. Los ejidatarios lo capturaron a él y a su gente. Los entregaron a las autoridades, pero aún con las armas en bandeja, con billete es sencillo escabullirse entre los jueces locales.
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II. Alonso Castillo
La casa en donde vive Alonso no es suya. Aunque hace unos años la compró y la arregló, es de su madre; casualmente, también es la primera dueña. Es una forma de ayudar a la familia para sobrellevar los días. A Magdalena, su madre, le dio un infarto cerebral hace poco, aunque ya se está recuperando. Es una mujer fuerte y longeva que lleva 94 años dando vueltas. Hoy, Alonso es el que se encarga de todo. En realidad, él aporta a la familia desde los 14 años, cuando se fue al campo guanajuatense a trabajar. Ahora, sigue en esa casa para cuidar a su madre, y porque ahí viven tres de sus cuatro hijos.
La casa está en la rivera de la carretera de doble sentido que conecta a los pueblos de la región. Va de Zacapu a Zamora; la franja de la fresa. Parece que cada parte de la casa fue construida en una época diferente. Es grande y atiborrada de nostalgia. Como su dueña, la casa está desgastada y se decora de símbolos antiguos, sólo valiosos para los que viven en el pasado.
La entrada da a un estacionamiento con dos autos instalados. Plantas escalonadas en el muro derecho, y a la izquierda un letrero de “Cerveza Sol” con luz de neón anaranjada y adornada con rifles antiguos, latas de cerveza vacías y sombreros vaqueros. El lado derecho es para su madre, el izquierdo para sus amigos, hermanos, e hijos. Entre los dos lados, un cuadro de la virgen de Guadalupe postrado en una viga de madera e iluminado por luces navideñas. La virgen invita a la puerta principal. Al entrar, está la sala y la cocina, llena de fotografías familiares desteñidas por el tiempo, tres sillones, una mesa de madera barnizada, una pequeña radio que canta rancheras en las mañana y en las tardes, y una Biblia abierta a la mitad del libro.

Además de la virgen de Guadalupe adornada con luces y rosas de plástico, en la entrada de la casa hay cruces e imágenes del niño Dios
Atrás, otro estacionamiento y bodega, también el hogar del nuevo perrito que el hijo de Alonso adquirió; amarrado y famélico de cariño. Arriba, cuatro cuartos en donde se alojan sus dos hijos recién llegados de un divorcio incómodo.
Después de una hora de plática, se abrió la puerta que divide la calle de la cocina. Entraron Alejandra y Azul: una niña de cinco años, y una mujer de 30 o 35. Morenas, pelo negro y mirada tímida. Saludan sin saludar, Alonso responde por ellas. Alejandra, pegada a los juegos del celular; Azul, apenas hablando, está en la cocina, esperando. “¿Quieres agua de frambuesa?” pregunta Alonso a su hija; “sírvele”, le ordena a Azul.

La cocina de la madre de Alonso. En la olla hay un guiso de cerdo en salsa (picante) verde. En el cesto de la derecha hay chapatas envueltas en hoja de maíz. En la silla se sienta Azul
Decidieron ir a pasearse a Purépero. Como es costumbre, fueron a la plaza y le compraron un helado a la niña. A ella le interesan más los colores que otra cosa. Pide chicle con pistache; verdes y azules pastel brillante. Alejandra ve los colores derretirse hasta recorrer su brazo. Él toma un papel y limpia a su hija, luego abraza a Azul y cuenta que llevan cinco años juntos, los mismos que tiene Alejandra. Dan una vuelta por la plaza antigua y regresan. Compran chapatas y pepitas en el camino, luego vuelven a la casa.

A Purépero van personas de varias comunidades. Las familias salen los domingos con los niños y niñas para que jueguen entre ellos o con las palomas. La plaza es sitio-ritual de cortejo. Los hombres, generalmente, se sientan en las bancas de hierro que bordean el parque. Mientras tanto, las mujeres dan vueltas por el kiosco principal
Al llegar su pueblo, Alonso va a la tienda, se carga su revólver en el bolsillo trasero; en el frontal tiene una franela. Un consejo que siempre da es el de no tomar armas ajenas y siempre llevar una franela para limpiar las huellas, “no vaya a ser”. En la tienda compra leche y unos Marlboro rojos. De regreso a la casa, lo saludan desde todas direcciones. Parece una celebridad, los jóvenes se acercan a contarle que están trabajando; buscan su aprobación. Los autos tocan el claxon y le echan las luces. Parece que a la gente le gusta el tipo, y a él, la gente.

Fotografía de Enrique Castro Sánchez. Michoacán, 2013. Uno de los métodos más usados por el narco es el incendiar establecimientos comerciales, muy apegados a la doctrina del shock
Da la impresión que las mujeres son su mayor gusto por la vida. Comienza a hablar, y retorna a sonrisas infantiles y pícaras. “Cuando yo me casé con mi mujer pues si me contuve. Porque me gustaba y la quería un chingo, la quise mucho, hasta la fecha. Pero cuando me vine de allá, ella me dijo que no venía. Consciente de que ya había valido madres, le dije, no pues no te puedo obligar. Y empecé a andar de cabrón. Me encontré a dos mujeres allá en un pueblo cercano. Pelirrojas... blancas; pelirrojas y pecosillas. Y ahí ando, ahí ando de cabrón, hasta que me agarré a una de ellas. Yo pensé que no era real, pero sí, son como rasgos de los franceses, porque ya ves que hubo una intervención francesa". Esto lo distrae de lo más cotidiano, la vida de un campo donde reinan los cabrones.
Está cansado. Es sindicalista desde joven y activista sin retribución. Este tipo tiene una energía bárbara, pero a los 67 años, y después de tanto, no quiere saber nada. Bueno, quiere y no quiere. Porque, si bien dice que busca envejecer tranquilo, todavía la piensa cuando le ofrecen un puesto, y más por altruismo que por otra cosa, como cuando su amigo y presidente municipal le pidió acompañarlo en la candidatura por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), o por un gobierno autónomo basado en usos y costumbres.
"Está cabrón, yo por eso dije: no, aquí ya no". Y me dijeron, nos vamos a armar un grupo para pelear aquí la autonomía. ¿Pero para qué? ¿Con qué fin? ¿De qué el dinero se lo chingue un grupo de aquí, una familia, dos o tres?"
Tal vez es esa etérea contradicción de los que luchan por una causa tanto tiempo: hay ciertos tintes de ganas, otros de costumbre, y un claro desgaste que invita a mandar todo por un tubo y dedicarse otra cosa.
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III. Historias sindicales
(Testimonio de Alonso Castillo)
Estuve en el Reclusorio Sur por cuatro meses. Anduvimos arreglando las líneas telefónicas y veíamos los desmadres que se hacían ahí. Es un submundo. Te quedas paniqueado. Dices “Ay güey, ¿todo esto se da aquí? No es posible”.

Fotografía de Cuartoscuro, 2020. Uno de los cuatro reclusorios para hombres de la Ciudad de México. Se localiza en la alcaldía de Xochimilco. En 1979, cuando fue inaugurado, se calculaba que podría contener un máximo de 1.200 reos. Hoy, alberga 3.656, tiene una sobrepoblación de 655 personas
Ahí estaba René Bejarano, del Partido de la Revolución Democrática. Al que agarraron con billete del partido. Traía guardia en la cárcel, todos con R15. Seguro se lo puso el gobierno, por protección. Pero ya fue hace rato, yo todavía laboraba en Telmex. No me acuerdo bien de hace cuánto. Ni me gusta acordarme de esas fechas insignificantes. Lo que importa es contarles como yo lo viví.
Andábamos cableando porque ahí desmadraban los teléfonos. Desde ahí hacían llamadas de extorsión. Pero nosotros instalamos un sistema y pusimos un equipo para bloquear las llamadas desde fuera de la central. Igual nosotros nada más fuimos a cambiar el cable, pues el equipo necesitaba uno especial. Y en la central podías escuchar todo: se grababa, y ahí se identificaba y bloqueaban la extorsión.
Ya ni me quiero acordar. Cuando llegamos allá, el director del penal nos dijo: “vieran muchachos, ustedes mientras duermen, estos güeyes están pensando cómo desmadrar lo que hicieron”. Le digo “pues sí jefe, pero ellos tienen derechos, son seres humanos.” No, estos güeyes son carroña. Y uno diciendo “no, que son humanos”. Pues cuando uno ve la realidad dice, "no pues tienen razón".
El punto es que nosotros también estuvimos chingando al sindicato, porque eran 15 millones de pesos lo que se iba a designar al reclusorio. Y no querían, pero estuvimos chingue y chingue a través del sindicato para que la empresa soltara ese billete. Porque además le redituaba, con las alcancías les dejaba mucho dinero; con los teléfonos ladatel (de monedas).
Cuando iniciamos, nos empezaron a manosear. Nos decían “quiúbole” y nos quitaban la herramienta. Hasta que les dije “no, esto no va a funcionar así”.
Con los custodios que nos dieron no pasaba nada. El dormitorio nuevo era el más chingón, ahí estaban los más pesados. Llegamos ahí, les dijimos “mira pues, nosotros venimos aquí a cambiar la línea y la empresa no quiere dedicarle, no los ve como seres humanos, los ve sin derechos. Nosotros, como sindicalistas, estamos peleando por tal, tal, tal y tal”, todo el rollo. Y nada más se me quedaban viendo. “Está bien muchacho, les vamos a ayudar. ¿Cuántos custodios quieren para que los acompañen?”, dice un reo del cuarto. “No pues usted diga, los que sean necesarios. Yo le voy a dar 30 pesos por cada cabrón.”, digo yo. “No, pues que te mando 50”, dice el reo. “No, con 8 cabrones, con 6”. No iba a pagar mi salario completo ahí. Pues mira, se acabó el problema. Cuando andaban los güeyes con nosotros no se nos perdió herramienta, no se nos acercó ningún cabrón. O sea, una mafia.
Ahí todo se recicla. “Oye jefe, que dame un pedacito de alambre”, y me decían los custodios, “no les dé porque con eso pueden ahorcarse los cabrones”. Pero hacían figuritas. Yo les daba pero pedacitos chiquitos. Esos güeyes son tan hábiles que hasta lo tejen y hacen un lazo. Cuando andas encerrado también empiezas a hacer de todo. Empiezas a pensar y a pensar.
Pues seguimos trabajando todo el día bien tranquilos. Cuando terminamos la jornada nos dijo el director, “miren muchachos, se está corriendo la voz de que ustedes vinieron a poner un equipo de monitoreo. Y ya no quiero que vengan. Porque no quiero problemas, los van a matar allá.” Y ya no volvimos, y ya no terminamos.
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IV. Canción Última
La guerra contra el narco
Spot de campaña de Felipe Calderón Hinojosa, 2006: Seguridad
El 11 de diciembre de 2006, el presidente en turno, Felipe Calderón Hinojosa hizo su famosa declaración para iniciar el "Operativo Conjunto Michoacán". Años después, esta fecha se recuerda como el inicio de la "la guerra contra el narcotráfico". En su periodo presidencial se reportaron 132.065 homicidios, 86% más que en la presidencia anterior. A partir de ese periodo, la violencia se insertó en la vida de todos los mexicanos. Entre el 2012 y 2018, el sexenio de Enrique Peña Nieto, las cifras subieron a 156.437 asesinatos. En cúmulo, del ese 11 de diciembre hasta el año pasado se registraron 305.625 personas asesinadas. Según la secretaria de Seguridad Nacional, Rosa Icela Rodríguez, desde inicio del periodo de Andrés Manuel López Obrador, se han registrado 91.000 feminicidios. Solo el año pasado, se encontraron 559 fosas clandestinas con más de 1.000 cuerpos. La mayor parte de esta violencia está relacionada con el crimen organizado en México.

Fotografía de Agencia Fronteriza de Noticias, 2019. Según la periodista Olga Wornat, en su libro "Felipe el oscuro", al expresidente le gustaba usar casaca y gorra verde olivo cuando se paseaba por el campo militar número 1. En su cabeza, el ropaje, como el cabello a Sansón, le brindaba fuerza sobrenatural. Al menos así cuentan los más cercanos a esta controversial figura política
Empresarios y elecciones
En las últimas elecciones para gobernador del Estado de Michoacán, ganó Morena; para ser más precisos, Alfredo Ramirez Bedolla. Después de que el Instituto Nacional Electoral destituyera a Raúl Morón por financiamiento ilícito de campaña, pusieron a este personaje. En la Cañada de los 11 Pueblos, como en muchos lados, los grupos empresariales son determinantes para las elecciones.
“Esos güeyes manejan 15.000 trabajadores aquí en el municipio de Chilchota. Cuando Eduardo (el anterior presidente municipal) ganó las elecciones, a él lo apoyaron los empresarios agrícolas y le mandaron 4.000 trabajadores a que votaran por él. Por eso ganó con 9.000 votos en el proceso pasado. ¿Sabes con cuántos ganó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en estas elecciones? Con 3.000, en realidad 2.700, pero de esos, 2.500 se los mandaron los empresarios”, Alonso Castillo.
El cristal
"La marihuana se vende muy poco, es puro cristal, de los 15.000 trabajadores, fácil la mitad consumen cristal", Alonso Castillo.
Según la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco, para 2018 en Michoacán, la mitad de los jóvenes ingresados en centros de rehabilitación consumen metanfetaminas o cristal. “Les ayuda a durar más en la jornada fresera”, dice Alonso Castillo.
La industria de las berries representa un 30% de la producción agrícola de Michoacán. Son 50.000 empleos directos y 150.000 indirectos, según cifras oficiales. La región más importante en este sector cubre La Cañada de los 11 Pueblos, Los Reyes, y Zamora.

Fotografía de Sarai Díaz para Revolución 3.0, 2014. Según un reporte de la UNICEF, en 44% de los hogares de jornaleros agrícolas en la frontera norte de México, trabaja al menos un niño o niña. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que en Michoacán, poco más de 50.000 niños y adolescentes trabajan en los campos de la industria agrícola
Fin
Hoy en día, Alonso ya no se quiere meter en nada. La política solo lo abruma, y ya no quiere estar haciendo desmadres. Trabaja la fresa y se cuida de la diabetes; va a Costco a comprar sus medicinas. Sus hijos se están encargando del trabajo en el campo, les dio una parcela a cada uno, aunque él también tiene la suya. Espera lo mejor, pero sin meter las manos al fuego, no sea que en una de esas termina quemándose de verdad.

Fotografía de perfil en Facebook de Alonso Castillo
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